Cuando la tristeza arrasa como el fuego

Pema Khandro Rinpoche comparte la vida del yogui tibetano Shabkar, cuya práctica y enseñanzas fueron inseparables de la pérdida y la pena. Del número de Otoño del 2020 de Buddhadharma. The post Cuando la tristeza arrasa como el fuego...

Cuando la tristeza arrasa como el fuego

Pema Khandro Rinpoche comparte la vida del yogui tibetano Shabkar, cuya práctica y enseñanzas fueron inseparables de la pérdida y la pena. Del número de Otoño del 2020 de Buddhadharma.

“What the Mind Can Do,” by Antony Gormley, 1992. Earth and rabbit skin glue on paper. 28x39cm. © Antony Gormley

La tristeza arrasa como un gran fuego, aunque en la mente no haya madera.Una tormenta de lágrimas llueve sin cesar, aunque en el cielo de mis ojos no hay nubes. [1] —Shabkar

A través de su profundo despertar espiritual, el gran yogui tibetano Shabkar experimentó una pérdida inmensa resultando en una pena marcada por dolor en bruto, un sentido de desorientación, tristeza y lágrimas. Ser testigos de cómo un maestro budista atraviesa un duelo puede darnos cierta luz acerca de cómo navegar nuestra propia pena y desmitificar cualquier fantasía que quizás tengamos acerca de la paz que niega la tristeza.

Shabkar (1781-1851) vivió en el  noreste del Tíbet con su madre y su hermana. Cuando llegó a la edad adulta, él deseó profundamente hacer un viaje espiritual. De acuerdo a su autobiografía, él creía que podía obtener un gran estado de liberación que liberaría el sufrimiento de todos los seres. Pero el viaje que él previó significaba dejar su hogar en contra de los deseos de su madre, quien le rogó que no se fuera. Ella le dijo, “Tú eres como los ojos mismos de mi cabeza. Si te vas, tu madre será una mujer ciega. Tú eres como mi corazón. Si te vas, tu madre será como un cadáver”.

A pesar de las súplicas de su madre, Shabkar optó por irse, prometiendo regresar pronto y asentarse cerca de la casa de su madre, para que ella lo dejara ir. Sin saber que esta conversación con su madre sería la última, sus últimas palabras para ella fueron una mentira. Año tras año él extendió sus viajes a pesar de las cartas de su madre rogándole que regresara. Al final, cuando él regresó a casa, su madre ya había muerto y la casa en la que había sido criado había caído en ruinas.

Desde el momento de su gran partida hasta su regreso, la vida de Shabkar fue una de gran heroísmo y generosidad. Él dio su riqueza, su vestido, y su comida a los hambrientos. Él curó a los enfermos, hizo cesar las peleas entre tribus, convirtió a bandidos y ladrones. Él salvó la vida de miles de animales que hubieran sido matados. Él restauró más de cien templos y diez mil estatuas de Buda. Él dio miles de bendiciones, enseñanzas y empoderamientos. La lista sigue y sigue.

Shabkar benefició a incontables personas, y su vida aún beneficia a mucha gente actualmente a través de su autobiografía, la cual es un repositorio hermoso de las enseñanzas budistas acerca de la pena. Shabkar experimentó una gran tristeza por la muerte de su madre y fue perseguido por ésta hasta su propia muerte. Él también experimentó una gran tristeza ante la pérdida de su maestro, la cual recordó muy seguido.

Shabkar no escondió su pena. De hecho, su autobiografía nos da una ventana hacia cómo la expresaba y también captura su consejo directo para cualquiera que está ardiendo en sufrimiento.

Ve y llora

En su autobiografía, Shabkar cuenta detenerse ante el Monte Kailash para dar consejo a una asamblea de personas que lo seguían ahí. Su discurso fue una larga exposición acerca del despertar de la negación de la impermanencia, una enseñanzas típicamente de introducción al Vajrayana. Pero también incluía algo no muy típico: una extraña lección acerca de la importancia del llanto. Shabkar escribió:

El llorar cuando uno se separa de su gurú, y cuando muere tu padre o tu madre, es algo noble en este mundo. Es algo que podemos desear, no es algo despreciable. Aquellos que no lloran no se tienen que sentir incómodos por los muchos que sí lloran; aquellos que lloran no se necesitan sentir avergonzados, ya que llorar es justo en estas ocasiones. Cualquiera que sienta ganas de llorar debe de hacerlo, debe ponerse a llorar –no hay nada malo en llorar.

La sugerencia de Shabkar de que no debemos dudar en llorar cuando la ocasión nos llama a ello, y también que no debemos sentirnos culpables si no podemos hacerlo, es un consejo que puede adecuarse bien a la psicología moderna, la cual nos recuerda una y otra vez que no hay una sóla manera correcta de atravesar una pena. Más aún, él corta a través de la noción budista de que la ecuanimidad más o menos significa permanecer estoicos o sin sentimientos.

De hecho, Shabkar lloró por tres días cuando dejó a su maestro, y luego lloró más cuando su maestro murió. Él lloró cuando vio las lágrimas de sus propios seguidores. Lloró cuando su estudiante murió. Cuando su madre murió, su pena era infinita. Incluso cuando sus lágrimas se hubieron secado, su pena lo siguió a lo largo de toda su vida.

Transferir la compasión a otros

Shabkar procesó su pena acerca de su madre a través de sus encuentros con otros quienes le recordaban a ella. Esto refleja la práctica budista de considerar que todos los seres han sido la madre de uno en algún tiempo u en otro. También refleja cómo trabajaba Shabkar con su mente. El sufrimiento y la pérdida que sintió alimentaron una compasión cruda y de corazón abierto hacia los demás.

En una ocasión, él vio a una mujer de edad avanzada que no podía caminar y estaba acostada en un hueco, con infecciones que derramaban pus en su cuerpo. Viendo que ella se estaba muriendo de hambre, él pidió limosna para alimentarla por un mes y rezó por ella diciendo, “No hay un sólo ser que no haya sido mi madre”. Él lloró por verla desahuciada, y cuando ella vio sus lágrimas, ella lloró también diciéndole, “Yo tuve un querido hijo que murió. El que tú hayas venido aquí es como volverlo a encontrar de nuevo; es como sí él hubiera regresado de la muerte.” Y ambos lloraron juntos por un largo tiempo. Es una escena conmovedora en la cual dos personas separadas de sus seres amados comparten un momento de pena y amor.

La pena nos abre hacia mucha ternura y amor.

Una vida puede ser así. A veces no podemos dar amor a quien se lo queremos dar. Quizás esa persona no lo puede recibir, o quizás esa persona ya ha muerto en el tiempo en el que tenemos el amor que darle. Otras veces quizás tratemos de dar amor y éste cae en oídos sordos. A veces no es seguro amar a una persona directamente. Pero la pena nos abre a mucha ternura y amor, y podemos dar ese amor a alguien más, incluso si es con la memoria de aquel que perdimos en nuestro corazón. Al hacerlo, podemos dedicar el mérito de nuestro altruismo y la compasión al amado a quien deseábamos haberle podido amar. Hay una satisfacción en hacer esto.

Esta transferencia de compasión sucedió de nuevo cuando Shabkar regresó a su tierra natal tras haber estado lejos por mucho tiempo. No sólo su madre estaba muerta, sino que su hogar de la infancia estaba en ruinas. Ahí en las ruinas encontró a una mujer mendiga y paralizada. Esa es una escena común en la India y en Nepal incluso en los tiempos actuales: gente con cuerpos desfigurados, viviendo en callejones o en esquinas, mendigando o durmiendo. Cuando Shabkar miró hacia esta mujer con pena, la imágen de su madre surgió en su mente. Su deshacinamiento le recordó a las súplicas de su madre por su ayuda y por su retorno, un deseo que Shabkar nunca le concedió. Una tristeza profunda surgió desde las profundidades de su ser y se puso a llorar. Cuando la mujer mendiga vio su emoción, ella también lloró.

Mientras lloraban juntos, Shabkar cantó una canción de realización. En ella, él llora la pérdida de su hogar y de su madre, y expresa la tristeza de su propio desahucio y del de aquella mujer. Es una canción acerca del realizar la impermanencia, y revela cómo la visión espiritual profunda y la pena van mano a mano. Después de que la mujer paralizada muriese, Shabkar erigió una estupa y un templo en ese sitio y se convirtió en un lugar de peregrinaje y oraciones por muchos años siguientes.

En el budismo Mahayana, el bodhisattva tiene compasión por el sufrimiento de todos los seres. El bodhisattva es un héroe, con realización que ha dado surgimiento a tal gran compasión y sabiduría que estos se han vuelto los principios guía de su vida. En esta escena, sin embargo, Shabkar no es representado como un bodhisattva heróico, sino como un hijo en pena. Esta es otra cara de la compasión –la compasión no nacida de realizaciones esotéricas o de la lógica aguda, definida y entusiasta de la filosofía budista, sino más bien de la pérdida.

No importa cuántas penas atravesemos, siempre queda mucha gente que está sufriendo y necesita ser amada. Los encuentros de Shabkar con las dos mujeres son recordatorios de que podemos encontrar sanación para nosotros y para los demás al continuar amando a aquellos a quienes nos encontramos.

Shabkar termina esa canción de pie con la mujer mendiga, recitando una oración en la que pide que tanto él como su madre se conviertan en guías para aliviar el sufrimiento de los seres en todas las vidas futuras.

En sueños

De acuerdo a la filosofía budista, la negación del cambio incesante y de la impermanencia conduce a nuestra neurosis y sufrimiento. Entonces, la clave para volverse un buda es reconocer la impermanencia como una marca de la existencia.

A veces la impermanencia es una ruptura radical. Otras veces es sólo un cambio sutil y que no notamos, el tipo de cambio que experimentamos miles de veces en el día. Esta serie de cambios, del día a día, temporada a temporada, de una vida a la siguiente, todos añaden a la experiencia liminal de ser, la cual el budismo describe de modo adecuado. Por liminal, me refiero a que está entre dos estados, que está siempre en transición, más allá del alcance de la lógica y del control, más allá de los límites de las escrituras de nuestra cultura y de las camisas de fuerza de nuestros conceptos. En el budismo Vajrayana uno de los campos de entrenamiento para integrar este mundo cambiante es en nuestros sueños.

El budismo tibetano considera los sueños como un lugar rico y fértil donde el entrenamiento espiritual puede continuar  –o donde las aflicciones mentales pueden reforzarse. Los sueños a veces son fuente de revelaciones para los maestros budistas avanzados. En la vida de Shabkar, los sueños eran el territorio de omens y encuentros con maestros en los cuales él recibía instrucciones y profecías. También es en sueños que Shabkar encontró la reafirmación de que su madre había viajado hacia reinos bendecidos en su vida después de la muerte.

Una noche, hacia el final de su vida y en la cima de su profundamente benevolente carrera como maestro, Shabkar tuvo un sueño en el que estaba en un paraíso con un templo de joyas y tres jóvenes mujeres. Una de ellas habló con él y le dijo, “¿No me reconoces? Él se dio cuenta que era su madre con sus dos viejas amigas. Él recordó una memoria de su infancia observando a estas dos mujeres con su madre mientras recitaban oraciones a Tara. ¡Ahora habían renacido en la tierra pura de Tara! Él vio que su madre estaba feliz. Ellos hablaron y ella lo alentó a continuar beneficiando a los seres. Shabkar sintió una gran alegría. Él recordó que su madre había acumulado mucho mérito en su vida y vio que esto la había llevado a un reino dichoso. En contraste con la imágen que él tenía en su cabeza de ella escribiendo cartas desesperadas a él, él la vio ahora alegremente acompañada por sus amigas cercanas. Y él la vio liberándolo. Ella le dio la bendición que él tanto había anhelado –la bendición para continuar viajando y haciendo su trabajo. En el sueño, Shabkar fue liberado de décadas de culpa y pena.

Sueños tal y como este pueden ser considerados como mensajes del más allá o mensajes de la mente propia. El desconsolado no puede hacer que estos sueños sucedan, pero cuando suceden, podemos atesorarlos y bienvenirlos.

Una pena que va y viene

La alegría y la pena son como viajeros en la carretera, de pronto vienen, y de pronto se van. –Shabkar

Es bueno recordar que la pena no fue la única experiencia de Shabkar. Al contrario, Shabkar vivió una vida de gran alegría y servicio, antes, durante y después de su pena. Como él dijo en su canción de realización, el sol del amor y la luna de la compasión surgieron una y otra vez en él. Su realización de la impermanencia no lo dejó en la desesperanza; al contrario, fue un entrenamiento  duradero y una visión profunda confirmando las enseñanzas que había recibido. Aunque del tipo de los sueños y no del tipo de experiencias que pueden ser cosificadas, Shabkar vio la realidad como algo que disfrutaba. Él podía bailar con alegría ante la claridad vívida, brillante e inmaculada de la consciencia.

La pena no es necesariamente el precursor de una vida en la oscuridad que a veces tememos. Para Shabkar, la pena era parte de su camino a convertirse en una persona verdadera, libre y con el corazón abierto. Y al final, la pena de Shabkar fue impermanente así como aquello por lo que él sufría.

[1] Esta y las citas subsecuentes de Shabkar vienen del libro The Life of Shabkar: The autobiography of a Tibetan Yogin, traducido por Matthieu Ricard (Snow Lion, 2001).

ACERCA DE PEMA KHANDRO RINPOCHE

Pema Khandro es una maestra y académica de la filosofía budista, así como sostenedora de los linajes Nyingma y Kagyu del budismo tibetano. Ella fundó la organización sin afanes de lucro Ngakpa International y sus tres proyectos: el Buddhist Studies Institute, Dakini Mountain, y el Yogic Medicine Institute. Ella está completando su doctorado especializándose en el budismo tibetano en la University of Virginia.

ACERCA DE RATNA DAKINI

Ratna Dakini es una yoguini budista tibetana, bailarina, poeta y traductora originaria de México. Desde el 2013 es alumna de Yongey Mingyur Rinpoche y forma parte de la Comunidad de Meditación de Tergar. Ha publicado dos libros de poesía de dharma; bird yes y Sunbird. Actualmente da clases de yoga y comparte poesía y danza a través un boletín electrónico mensual.