Cuatro budistas comparten lo que el Vesak significa para ellos
Thomas Calobrisi, Lama Hun Lye, Mihiri Tillakaratne y Noel Alumit exploran el significado y las enseñanzas del Vesak, la festividad budista que conmemora el nacimiento, la muerte y la iluminación del Buda. The post Cuatro budistas comparten lo que...
El Vesak: Comprender las lecciones que se esconden tras las leyendas
Thomas Calobrisi explica los extraordinarios acontecimientos de la vida del Buda que se celebran durante el Vesak — su nacimiento, iluminación y nirvana final— y cómo podemos recurrir a estas leyendas no para obtener información histórica, sino como oportunidades para formar nuestra propia comprensión del budismo.
El término Vesak proviene del pali Vesakha; se refiere al cuarto mes del calendario lunar indio, que corresponde aproximadamente al mes de mayo del calendario solar occidental. Según la leyenda, el Buda nació, alcanzó la iluminación y pasó al nirvana el día de luna llena de Vesakha. Aunque las tradiciones budistas de Asia Oriental sólo reconocen el nacimiento del Buda en este día, es una importante festividad para los budistas de todo el mundo.
Celebré el Vesak por primera vez en 2019, mientras era estudiante de doctorado en estudios religiosos en la Graduate Theological Union de Berkeley en California. Pude experimentar el hanamatsuri («festival de las flores»), que suelen celebrar los budistas nipo-estadounidenses para conmemorar el nacimiento del Buda, en la ceremonia interdenominacional de Vesak de las Iglesias Budistas de América (BCA, por sus siglas en inglés) a principios de abril. Al asistir al evento junto a mis amigos, entre los que se encontraban ministros en formación de la BCA, capellanes zen y teólogos cristianos, me sorprendió la diversidad de tradiciones presentes: ministros de la BCA, sacerdotes zen del Centro Zen de San Francisco, monjes de Sri Lanka de Sacramento, al igual que monjes chan chinos y monjes thien vietnamitas.
El dharma será ahora nuestro maestro; ¿qué te enseñará?
En el centro de los festejos había una imagen del Buda recién nacido, con una mano apuntando al cielo y la otra a la tierra, como le describen las leyendas. Cánticos e incienso llenaban el hondo mientras los invitados se turnaban para bañar al bebé Buda en té dulce, como es costumbre en Japón durante el hanamatsuri. Había tropas de boy scouts y coros de todas las edades cantando, con mayor o menor entusiasmo. Ministros, monjes y sacerdotes ofrecieron mensajes de dharma que hablaban del significado del nacimiento, la realización y el nirvana final del Buda.
Los acontecimientos de la vida del Buda que se celebran en Vesak nos llegan en forma de leyenda; retratan hechos extraordinarios, como cuando el Buda recién nacido dio siete pasos y declaró: «Entre el cielo y la tierra, sólo yo soy el Honrado del Mundo». Mi sobrino de un año, aunque excepcional a su manera, aún no ha proclamado su condición de incomparable. Estas leyendas del Buda, por supuesto, no son relatos de hechos históricos. Como observa Bernard Faure en The Thousand One Lives of the Buddha (Las mil y una vidas del Buda). Cuanto más intentamos mirar «detrás» de las leyendas, más anodina se vuelve la imagen del Buda hasta que carece de sentido. Pero si no podemos refugiarnos en el historicismo y sólo nos quedan las leyendas, ¿cómo podemos entenderlas? ¿Qué recurso tenemos cuando nos encontramos con los acontecimientos extraordinarios y milagrosos de la vida del Buda, retratados en los sutras?
Precisamente esta pregunta se la planteé a uno de mis alumnos la primavera pasada en el Instituto de Estudios Budistas. Respondió que debemos buscar lo que es liberador en el texto más que lo que es factual. Proponía un método interpretativo historiado, expresado por Nagarjuna en su Comentario a la Gran Perfección de la Sabiduría, como basado en el significado más que en las palabras. Como diría el filósofo Pierre Hadot, debemos acudir a las leyendas como una oportunidad de formación más que de información. Contamos con dos milenios y medio de tradición para guiar nuestros esfuerzos, pero sigue correspondiendo a cada generación sucesiva retomar las leyendas como medio de formación.
Permítanme tomar un ejemplo de un texto budista Mahayana, cuyo título Richard S. Cohen traduce como «La Visión Espléndida». La escena es típica de los sutras Mahayana: el Buda residía en la casa de Avalokiteshvara, en la montaña Potalaka, con un séquito de miles de monjes y monjas avanzados, bodhisattvas destacados como Manjushri, dioses y diosas, y reyes celestiales. Allí, el Buda entra en un samadhi llamado «permanecer en el conocimiento de la gran compasión que toma a todos los seres como objeto de contemplación.»
El poder de este samadhi llena de luz todo el universo; por un momento, los ciegos pueden ver, los sordos pueden oír, los pobres se vuelven ricos; por un momento, la atención de todos los seres se volvió hacia el Buda: los dioses y humanos se apartaron de sus placeres, los demonios y semidioses dejaron de reñir, incluso los que estaban en el infierno pudieron reconocerse brevemente; todos se llenaron de amor y se liberaron de sus tormentos; la tierra se sacudió en seis direcciones. Ahora bien, la escena de este sutra y los acontecimientos que relata son ciertamente extraordinarios, pero no necesitamos interpretarlo literalmente para acceder al significado que se esconde tras las palabras. El poder de la compasión de Buda detuvo el curso normal de las cosas: la codicia, el odio y el engaño.
Viendo el texto como una oportunidad para la formación, y no para la información, podríamos imaginar cómo sería este tipo de compasión disruptiva en nuestra propia época. Escritores como Zoketsu Norman Fischer y Doshin Nathan Woods ven la necesidad de que los budistas muestren su solidaridad con los movimientos de trabajadores y grupos marginados para lograr la justicia económica y social. Aunque dudaría en atribuir a algo tan abstracto y ahistórico como la «codicia» el problema fundamental, intentar reducir la codicia en nosotros mismos y evitar que los codiciosos se aprovechen de los demás es una empresa que merece la pena. De hecho, crear una economía centrada en satisfacer las necesidades de las personas y asignarles tareas en función de sus capacidades podría ser una hazaña tan extraordinaria como el samadhi del Buda llenando todo el universo de luz y amor. Esto no quiere decir que tal objetivo sea imposible o ingenuo y utópico, sólo que, si se consigue, se convertirá en el material de nuevas leyendas.
Si nos fijamos en los extraordinarios acontecimientos de la vida del Buda que se celebran en Vesak —su nacimiento, iluminación y nirvana final—, también podemos considerarlos oportunidades de formación que conducen a la liberación. En lugar de darles mis propias interpretaciones, les insto a que consideren estas narraciones no por la historia que se esconde «detrás» de las leyendas, sino por su significado, que puede no encontrarse directamente en las palabras. Si había una persona humana «detrás» de las leyendas, hace tiempo que desapareció. Sin embargo, como dijo el propio Buda en sus últimas horas con nosotros en la Tierra, el dharma será ahora nuestro maestro; ¿qué te enseñará?
Tomar refugio
Lama Hun Lye explora la importancia de los Tres Refugios para los budistas, y lo que realmente significa «tomar refugio».
Fotografía de Anton Potapenko.
Nota de la editora: el Vesak permite a los budistas reflexionar sobre los Tres Refugios: el Buda, el dharma y la sangha, y podemos verlos reflejados en lo que el Vesak conmemora. Cuando celebramos el nacimiento del Buda, celebramos el primer refugio: el Buda mismo como maestro y modelo a seguir en nuestros caminos espirituales individuales. Celebrar la iluminación del Buda nos permite aprender y reflexionar sobre el segundo refugio, el dharma, o las enseñanzas del Buda que resultaron de este despertar. Cuando conmemoramos el mahaparinirvana del Buda, o el fallecimiento de su cuerpo físico y la consecución del nirvana, también podemos reflexionar sobre cómo el Buda traspasó la responsabilidad de enseñar el dharma a la sangha, o comunidad monástica. —Mihiri Tillakaratne, editora asociada
Al acercarse una vez más el día de Vesak, es una ocasión apropiada para reflexionar sobre uno de los actos más centrales en la vida de los budistas: tomar refugio. Cuando «buscamos refugio», estamos reorientando nuestras vidas hacia el Buda, el dharma y la sangha. Declarar nuestro compromiso con los Tres Refugios, también llamados las Tres Joyas, es algo que todos los budistas aceptan como la entrada a una vida de dharma.
«Al Buda acudo en busca de refugio. Al dharma acudo en busca de refugio. A la sangha acudo en busca de refugio». Cuando estas palabras se enuncian con comprensión y convicción, uno entra en el sendero budista. Al principio, enunciar esta afirmación aparentemente sencilla bastaba para marcar formalmente el paso de la vida familiar ordinaria a la de un monje. Con el tiempo, el Buda instauró ceremonias más complejas para marcar los distintos niveles de compromiso, de modo que «tomar refugio» repitiendo formalmente la afirmación del triple refugio se convirtió en el primer paso para comprometerse con el camino del Buda.
Debemos llevar el dharma a nuestra propia experiencia hasta que se convierta en dharma como realización.
Tomar refugio en el Buda comienza por inspirarse en el ejemplo del príncipe indio Siddhartha, del siglo VI A.C., y recordar sus inicios. Siddhartha se transformó de estar bajo el poder de los tres venenos en un ser completamente liberado y despierto al que llamamos «buda». Según el principio de lo «externo, interno y secreto» que se utiliza a menudo en el budismo tibetano, éste es el aspecto «externo» de confiar en el Buda como refugio. El nivel «interno» es tener la confianza de que nosotros también podemos alcanzar la liberación. También se entiende al Buda como un estado de liberación de las impurezas mentales que tanto tú como yo podemos alcanzar. Cuando nos orientamos hacia el Buda con admiración, respeto y devoción, iniciamos el viaje de nuestra propia transformación desde un estado de confusión hacia la claridad. Por tanto, «Al Buda acudo en busca de refugio» no es tanto una plegaria o una súplica sino un ancla para la atención plena correcta. Al recordar este potencial, entramos en el nivel «secreto» del refugio en el Buda. Aquí, nuestro refugio ulterior es nuestra propia mente, naturalmente luminosa e ilimitada, pero temporalmente oscurecida.
Las enseñanzas del Buda, o Budadharma, se convierten en refugio cuando sabemos «volver y confiar en» ellas— o «guiyi», expresión utilizada en mi lengua materna, el chino mandarín, que significa «tomar refugio». Aprender, practicar y actualizar el dharma no es adoptar algo nuevo o convertir una cosa en otra. Por el contrario, es una confianza en lo que es real, el dharma ulterior, el dharma como realización. A menudo, convertimos el dharma en otro conjunto de creencias y acabamos sustituyendo una religión por otra, reemplazando lo que consideramos viejas cadenas oxidadas por exóticas cadenas doradas. Pero las cadenas siguen siendo cadenas, y hasta que no las rompamos, nunca seremos libres.
El Budadharma como refugio es el dharma que nos hace despertar cuando volvemos y confiamos en él. Con cierto atrevimiento, suelo sugerir al público budista que, en lugar de referirse a lo que se conoce como las «cuatro nobles verdades» como «verdades» (¡con V mayúscula!), deberíamos referirnos a la enseñanza fundamental del Buda como los «cuatro nobles rumores». Son «nobles» porque el Noble, el Buda, enseñó esto al mundo durante más de cuarenta y cinco años. También son «nobles» porque ennoblecen a quienes logran entenderlas. Esencialmente, abordarlas como «rumores» que debemos verificar nosotros mismos en lugar de «Verdades» que debemos creer es la forma en que el Buda nos enseñó a relacionarnos con sus enseñanzas. La invitación del Buda a acercarse a sus enseñanzas de forma crítica y analítica se expresa mejor en la frase pali «ehipassiko», que significa «¡Ven y mira!». Así pues, el dharma sólo se convierte en un refugio para nosotros cuando lo transformamos de enseñanzas y teorías en realización y realidad. Debemos llevar el conjunto de enseñanzas, el dharma, a nuestra propia experiencia hasta que se convierta en el dharma como realización.
El tercero de los tres refugios es la sangha. En tiempos del Buda, «sangha» era un término utilizado por grupos seculares, como los artesanos, para referirse a lo que nosotros llamaríamos gremios profesionales. Quizá al emplear el término «sangha», el Buda quiso subrayar la naturaleza voluntaria de su comunidad monástica, en lugar de asociarla con el sentido de obligación, deber o responsabilidad que suelen exigir las comunidades espirituales o religiosas. En cambio, en la sangha del Buda no hay ni mandamientos ni imposiciones. Esta Sangha está unida por un compromiso común con la virtud.
Al enseñarnos a buscar la sangha como refugio, el Buda se refirió a «la noble sangha», los individuos monásticos y laicos que han vislumbrado la verdadera naturaleza de la existencia. Confiamos en esas personas porque han pasado por lo mismo que nosotros y, por tanto, pueden servirnos de guía. El refugio en la sangha también se refiere a la sangha convencional, la comunidad de monjes y monjas que han sido los principales transmisores del Budadharma desde el Buda hasta nosotros.
En este Vesak, en el que conmemoramos el nacimiento, la iluminación y el mahaparinirvana del Buda, te invito a enunciar las siguientes palabras con convicción y comprensión: «Al Buda acudo en busca de refugio. Al dharma acudo en busca de refugio. A la sangha acudo en busca de refugio». Esta triple declaración de buscar refugio en el Buda, el dharma y la sangha es, en esencia, un acto de elección de la libertad: liberarse temporal y ulteriormente de los sufrimientos de la confusa existencia cíclica. Con esto, comienza tu viaje de volver a, y confiar en, las Tres Joyas.
Los alumnos de la escuela dominical en escena: Utilizar el Vesak para destacar a las generaciones más jóvenes
Mihiri Tillakaratne, editora asociada, reflexiona sobre las inusuales celebraciones de Vesak en su templo y sobre cómo dar a los jóvenes el espacio para compartir su comprensión del dhamma puede crear una nueva generación de budistas.
Los alumnos de la escuela dominical Dharma Vijaya Buddhist Vihara interpretan bhakthi gee, o cantos devocionales budistas, durante el Vesak. Fotografía cortesía de Dharma Vijaya Buddhist Vihara.
El Vesak representa muchas cosas para los budistas: celebración, refugio, comunidad y mucho más. En mi templo, el Vesak es una oportunidad para que los niños puedan exhibir sus conocimientos.
Siempre he sabido que mi templo budista esrilanqués, el Dharma Vijaya Buddhist Vihara de Los Ángeles, tiene algo especial; pero es durante el Vesak que su enfoque único se hace patente. La mayoría de los templos budistas de Sri Lanka en el sur de California celebran el Vesak con un día de sermones religiosos y cantos devocionales a cargo de los jóvenes. Dharma Vijaya, sin embargo, lo celebra como un festival de fin de semana de varios días, reservando sólo el domingo para las actividades tradicionales del Vesak. El sábado se dedica íntegramente a los jóvenes, con actividades que abarcan desde la media mañana hasta la noche. Cada una de éstas es protagonizada por las generaciones más jóvenes, desde alumnos de preescolar hasta estudiantes de bachillerato, con la participación de incluso niños de apenas tres años.
Pero no siempre fue así.
A principios de los noventa, mi Ammi («madre») fue una de las primeras directoras laicas de la escuela dominical de Dharma Vijaya. Su propuesta de que los niños entonaran canciones devocionales budistas de Sri Lanka, o «bhakthi gee», en cingalés durante las celebraciones de Vesak provocó un alboroto.
Al permitir que los niños tengan voz y un escenario para exponer sus conocimientos y habilidades, el templo crea jóvenes que realmente viven cada día de acuerdo con las enseñanzas budistas.
Antes, sólo los adultos de la congregación, todos ellos inmigrantes en Estados Unidos, cantaban en el escenario mientras los niños se sentaban entre el público, aburridos. Conforme fui creciendo, mi Ammi quiso que los niños participáramos más en el Vesak.
Nadie creía que fuera capaz de lograrlo, y ninguno de los otros padres pensaba que fuera a funcionar, considerando que era una pérdida de tiempo y energía. «¿Cómo pueden cantar en cingalés estos niños que no saben ni una palabra del idioma?», se preguntaban. «¡Estos chicos son estadounidenses! ¡No podrán lograrlo!» Incluso los monjes que apoyaban la iniciativa tenían sus reservas.
Sin embargo, mi Ammi fue persistente y, como directora de la escuela dominical, tenía la autoridad para hacerlo realidad. Mi Ammi y mi Tatti («padre») se encargaron de transliterar cada canción al inglés, mientras que sus amigos con mayor inclinación musical ayudaban con los arreglos. Y lo que es más importante: tradujeron cada canción para que los niños supiéramos qué demonios estábamos cantando.
Aún recuerdo las canciones, sobre todo Danno Budunge, o «dan-no bu-dhun-gay», como se transliteraba en nuestras hojas de letras. El significado traducido bajo cada línea nos decía que estábamos cantando sobre la importancia de la ciudad de Anuradhapura en la historia budista de Sri Lanka.
Los niños practicábamos en la escuela dominical durante las semanas previas a Vesak. Mi Ammi consiguió hábilmente que practicáramos incluso cuando no estábamos en el templo. Los adultos grabaron canciones en varias cintas de casete y las distribuyeron entre las familias. Mi Ammi dio instrucciones explícitas a los padres para que pusieran las cintas durante los trayectos en coche: de ida y vuelta al colegio, mientras hacían recados y en cualquier momento en que los niños estuvieran en el coche.
Por aquel entonces, sólo había dos templos budistas de Sri Lanka en la zona (ahora hay unos veinte), por lo que nuestros miembros se desplazaban desde todo el sur de California. Todo el mundo hacía por lo menos treinta minutos de trayecto hasta el templo, tiempo de sobra para practicar. Recuerdo haber viajado en coche con mis amigos, con una cinta de casete y nuestros padres cantando con nosotros, ayudándonos con la pronunciación, durante nuestros trayectos semanales al templo a través del omnipresente tráfico de Los Ángeles.
El plan de mi Ammi, por supuesto, fue un éxito rotundo, y ahora todos los templos esrilanqueses del sur de California tienen niños cantando bhakthi gee. Mi Ammi les demostró todo lo que se podía lograr. Confió en la capacidad de los niños para cantar en una lengua que conocían muy poco o nada. «Confiemos en la próxima generación. Pueden hacerlo», afirmó.
Esta confianza continúa en las actuales celebraciones de Vesak de Dharma Vijaya, que son muy diferentes a las de mi infancia. Durante más de veinte años, el templo ha celebrado Vesaks de varios días, asegurándose de que uno de ellos se dedique a los menores, organizado por la generación más joven de monjes de Sri Lanka.
La jornada que se centra en los jóvenes comienza con concursos de cánticos en pali para niños de preescolar y primaria, concursos de oratoria para alumnos de secundaria y bachillerato, un debate en el que participan varios equipos, una obra de teatro en cingalés y cantos devocionales interpretados por la comunidad multigeneracional de la escuela dominical. Uno o dos adultos, antiguos alumnos de la escuela dominical nacidos y/o criados en Estados Unidos, son los presentadores del evento.
El Vesak siempre cuenta con un numeroso público, incluidos monjes y monjas de otros templos asiático-estadounidenses, representantes del gobierno local y estatal, y representantes del gobierno de Sri Lanka. Sin embargo, a estos dignatarios no se les da el micrófono, sino que son los niños los que suben al escenario para exhibir su sapiencia en el dhamma. Una monja con la que hablé y que fue jurado en el concurso de canto pali sacudió la cabeza asombrada, diciendo: «¡Vaya, estos chicos!».
A lo largo de los años, he presidido el Vesak en varias ocasiones y he sido jurado en diversos concursos de redacción, de oratoria y de debate y, al igual que ella, siempre quedo muy impresionada. Estos niños no memorizan, sino que comprenden conceptos budistas complejos a una edad temprana. He oído a algunos de nuestros preadolescentes utilizar con precisión términos como kalyanamitta en conversaciones informales. ¡Estos chicos sí que saben de lo que hablan!
Los monjes de la mayoría de los templos budistas son las autoridades religiosas en el Canon Pali para sus comunidades, pero en Dharma Vijaya se anima a los niños a estudiar estas escrituras. Se pide a los alumnos que escriban sobre suttas específicos para los concursos de redacción de Vesak, y las actividades de la escuela dominical incluyen la discusión de textos del Canon Pali. Al recibir un papel reservado al clero, las generaciones más jóvenes se convierten en portavoz de la transmisión de las enseñanzas budistas.
Dado que a las celebraciones de Vesak de Dharma Vijaya acude mucha gente que quizá no asista regularmente al templo (hay incluso quienes pertenecen a otros templos), estos concursos no sólo son una experiencia de aprendizaje para los alumnos participantes, sino también una forma de que los jóvenes que no asisten a la escuela dominical ni participan asimilen las enseñanzas budistas. El Abad de Dharma Vijaya, el Venerable Walpola Piyananda, siempre dice: «No escuchan si hablo yo. Pero sí si habla otro niño como ellos».
Durante estos concursos, los niños aprenden algo más que conceptos budistas. En el libro del Ven. Piyananda, Sharing Buddhism in the Western World (Compartir el budismo en el mundo occidental), comparte la respuesta de un adolescente a la temática de un concurso de redacción de Vesak: «Lo que siento por mi templo». Los conceptos budistas, dice, «podrían enseñarse en muchos otros pansals (»templos«) y escuelas dominicales, sin embargo hay algo único que aprendí en Dharma Vijaya, y es a hablar en público». Durante su primer concurso de oratoria, afirmaba: «Estaba en segundo grado y la oratoria no estaba en mi plan de estudios, pero no importa porque encontré ayuda y conseguí hacer mi discurso. Tardé años en tener la confianza para dar discursos. De hecho, creo que no tuve confianza para hablar en público hasta este último Vesak, ¡que fue 11 años después del primero!».
Además de aprender técnicas de oratoria y liderazgo, los conocimientos que los niños demuestran durante el Vesak impregnan sus vidas incluso después de haber dejado la escuela dominical. Hace poco me encontré con una señora cuyos hijos, que ahora tienen entre veinte y treinta años, solían participar (¡y ganar!) varios concursos de Vesak. Me contó cómo las lecciones que aprendieron en Dharma Vijaya han influido en su visión del mundo. Al considerar sus opciones profesionales después de la licenciatura, ambos rechazaron algunas de sus sugerencias, como utilizar sus conocimientos de ingeniería para crear maquinaria para el ejército estadounidense. Le dijeron que las carreras que habían elegido debían promover la ahimsa y un medio de vida correcto. También leen libros budistas por su cuenta, aún con ganas de aprender, sobre todo porque ya no tienen la escuela dominical para fomentar sus estudios budistas.
Las celebraciones de Vesak de Dharma Vijaya han cambiado a lo largo de los años. Ahora, en lugar de los cassettes de los noventa, hay hojas de Google compartidas con enlaces a videos de canciones en YouTube. Sin embargo, hay algo que sigue igual: al permitir que los niños tengan voz y un escenario para demostrar sus conocimientos y habilidades, el templo crea jóvenes que realmente entienden, y, más importante aún, viven cada día de acuerdo con las enseñanzas budistas.
El Vesak, el Mes de la Herencia Asiática y de las Islas del Pacífico, y el recuerdo de nuestra historia
El Vesak coincide con el Mes de la Herencia Asiática y de las Islas del Pacífico. El editor asociado Noel Alumit revela cómo los practicantes asiático-estadounidenses fueron vitales para su introducción al budismo, mientras que la editora asociada Mihiri Tillakaratne analiza la importancia de las historias de estas comunidades para comprender el budismo en Estados Unidos.
Segundo Caballero Douglas Emhoff honrando el Vesak en la Casa Blanca en 2022. Fotografía oficial de la Casa Blanca.
Durante el Vesak me sentaré, como vengo haciendo desde hace años, a contemplar en silencio el nacimiento, la iluminación y la muerte del Buda. Parte de mi contemplación consiste en honrar a los antepasados que difundieron el dharma por todo el planeta. Ya que fui criado como católico, me considero un estadounidense convertido al budismo. A diferencia de otros conversos estadounidenses que se han introducido en el dharma a través de brillantes practicantes blancos como Alan Watts, Allen Ginsberg o Robert Thurman, yo recibí la influencia de la diáspora asiática. Fueron otros budistas asiático-estadounidenses, mis amigos y colegas, quienes me introdujeron en el budismo y apoyaron mi práctica del dharma.
El Vesak cae en mayo, que es también el Mes de la Herencia Asiática y de las Islas del Pacífico (AAPI, por sus siglas en inglés). El mes de los AAPI se describe como un momento de «celebración de los asiáticos e isleños del Pacífico en Estados Unidos». Este mes muchas grandes ciudades celebran festivales, fiestas o eventos especiales en homenaje a los estadounidenses de ascendencia de Asia y de las islas del Pacífico que han contribuido al tejido que es Estados Unidos. Una importante contribución de la AAPI que también podemos celebrar este mes es la siembra de las semillas del budismo en Norteamérica.
No podemos hablar del budismo en Norteamérica sin incluir a los primeros inmigrantes asiáticos que entraron a Estados Unidos. Aunque algunos inmigrantes chinos llegaron a Estados Unidos en 1815, empezaron a llegar en cantidades significativas a finales de la década de 1840, la mayoría a través de Angel Island, en San Francisco (California), la Ellis Island de la costa oeste. La Sze Yap Company, una sociedad fraternal chino-estadounidense, construyó el primer templo budista de San Francisco en 1853. Muchos de estos migrantes vinieron a trabajar durante la fiebre del oro de California y en la construcción del ferrocarril transcontinental. En 1867, más de dos mil obreros chinos, que constituían entre el 80% y 90% de los trabajadores transcontinentales del ferrocarril, organizaron una huelga pacífica y no violenta para exigir mejores condiciones de trabajo.
Al reflexionar sobre el Vesak, pienso en los asiático-estadounidenses que nacieron, murieron y fueron portadores del dharma, incluido lo que significa estar iluminado.
La emigración china se consideraba una invasión del «peligro amarillo», y los chino-estadounidenses se enfrentaban a un sentimiento antiasiático a través de la legislación selectiva y la violencia. Dado que la Ley Page de 1875 prohibía a las mujeres chinas inmigrar a Estados Unidos, impidiendo así que los estadounidenses de origen chino formaran familias, los espacios budistas eran vitales para crear un sentimiento de comunidad. La Ley de Exclusión China de 1882 supuso la prohibición de todos los inmigrantes chinos hasta 1943, lo que siguió aislando a las comunidades chino-estadounidenses e impidió su crecimiento. Durante la masacre de chinos de Los Ángeles de 1871, una turba de 500 personas destruyó Chinatown y linchó a 19 hombres chinos. En 1885, una turba de Tacoma (Washington) incendió Chinatown y obligó violentamente a toda una comunidad a tomar trenes para salir de la ciudad. Desafortunadamente, esto es sólo una pequeña muestra de la violencia antichina generalizada durante este periodo. No había recurso ni justicia, ya que en el caso de 1854 People v. Hall, el Tribunal Supremo de California dictaminó que los chinos no podían testificar contra acusados blancos.
Los nipo-estadounidenses también contribuyeron al desarrollo del budismo en Estados Unidos, ya que, al igual que los inmigrantes chinos, establecieron templos y comunidades espirituales en los lugares donde se asentaron. La primera migración importante de nipo-estadounidenses comenzó en 1868, cuando vinieron a trabajar en plantaciones de caña de azúcar en Hawai. En 1889 se fundó el primer templo budista Jodo Shinshu, el Honpa Hongwanji Mission of Hawaii, que aún existe. El primer templo budista japonés de Estados Unidos, la Buddhist Church of San Francisco (Iglesia budista de San Francisco), se fundó en 1898 y actualmente se encuentra en Japantown. Aunque las empresas agrícolas contrataron a nipo-estadounidenses con el fin de sustituir a los trabajadores agrícolas chinos, ellos también se enfrentaron a una legislación racialmente selectiva. Para 1910, la mayoría de los nipo-estadounidenses trabajaban en la industria agrícola, y en las décadas de 1910 y 1920 se aprobaron múltiples leyes de tierras para extranjeros que les impedían poseer tierras y propiedades. Después de que la Ley de Inmigración de 1924 prohibiera la inmigración desde Japón, la gran mayoría de los nipo-estadounidenses nació en Estados Unidos.
Aunque la mayoría de los nipo-estadounidenses contaban con la ciudadanía americana, el 19 de febrero de 1942, dos meses después de Pearl Harbor, el presidente Franklin Delano Roosevelt firmó la Orden Ejecutiva 9066, que autorizó la reubicación y el encarcelamiento de más de 125.000 nipo-estadounidenses, supuestamente porque su lealtad a Japón los convertía en una amenaza. Sin embargo, el Informe Munson de noviembre de 1941 afirmaba que existía un «grado notable, incluso extraordinario, de lealtad entre [los japoneses]» hacia Estados Unidos, y ningún ciudadano estadounidense de origen japonés o japonés en Estados Unidos fue condenado por espionaje. A pesar de ser reubicados a la fuerza y encarcelados injustamente, los nipo-estadounidenses continuaron con su práctica budista y cultivaron comunidades budistas en los campos de internamiento. Los primeros servicios budistas en el ejército se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial, a causa de los militares asiático-estadounidenses, como el 442º Regimiento de Infantería, formado por nipo-estadounidenses. Mientras sus familias y comunidades eran encarceladas en sus países de origen, el 442º peleó por Estados Unidos y se convirtió en la unidad más condecorada de la historia estadounidense.
Fue también en tiempos de guerra, en este caso la guerra de Vietnam, cuando se produjo la migración de refugiados del Sudeste Asiático a Estados Unidos, principalmente de Vietnam y Camboya. Los vietnamitas emigraron a Estados Unidos en gran número tras la caída de Saigón en abril de 1975. A diferencia de las restricciones legales a las que se enfrentaron chinos y japoneses, la inmigración vietnamita a Estados Unidos contó con el apoyo de leyes y programas tales como la Ley de Migración y Ayuda a los Refugiados de Indochina de 1975, el Programa de Salida Ordenada de 1979, la Ley de Refugiados de 1980 y la Ley de Regreso a Casa de los Amerasiáticos de 1988, que permitió el reasentamiento de refugiados vietnamitas en Estados Unidos. También ellos trajeron consigo la cultura y creencias budistas, y ahora hay al menos ciento sesenta y cinco templos budistas vietnamitas en Estados Unidos. Según el Pew Research Group, los budistas vietnamita-estadounidenses son los más devotos de Estados Unidos. Es más probable que tengan altares en sus casas y que observen fiestas y prácticas budistas. Los camboyano-estadounidenses emigraron a Estados Unidos en gran número en 1979 tras la salida de los Jemeres Rojos del poder, y el primer espacio budista camboyano en Estados Unidos se estableció en un apartamento de Long Beach, California, en 1979.
En 1965, la Ley de Inmigración y Nacionalidad puso fin a las restricciones anteriores que impedían la inmigración asiática, permitiendo la llegada a Estados Unidos de bangladesíes, birmanos, indios, coreanos, laosianos, esrilanqués, tailandeses, tibetanos y demás budistas asiáticos. Estos asiático-estadounidenses han seguido creando espacios budistas en los lugares donde se asientan, enriqueciendo el tejido del budismo estadounidense.
Es gracias a los descendientes de estos asiático-estadounidenses que yo soy budista. Es gracias a Rose, una niña tailandesa que conocí de pequeño en mi barrio de Los Ángeles. Llevaba un collar de una figura desconocida que colgaba justo por debajo de la garganta.
Le pregunté quién era esa figura.
Respondió: «el Buda».
Fue la primera vez que escuché hablar de tal persona.
Es gracias al dramaturgo Philip Kan Gotanda. Vi su obra «Fish Head Soup» (Sopa de cabeza de pescado) en el teatro asiático-estadounidense East West Players, donde yo trabajaba. La obra exploraba las vidas de una familia nipo-americana budista en su lucha contra el trauma intergeneracional.
Es gracias a mis amigos y maestros Mike, Karen, Nick, David, Susan y tantos otros asiático-estadounidenses quienes normalizaron para mí el pensamiento y los conceptos budistas. De ellos oí hablar de meditación, karma, vegetarianismo, reencarnación y compasión.
Al reflexionar sobre el Vesak, pienso en los asiático-estadounidenses que nacieron, murieron y fueron portadores del dharma, incluido lo que significa estar iluminado.
Desde aquel primer templo budista de 1853, cientos, quizá miles, de templos y centros budistas salpican ahora el paisaje físico y espiritual de Estados Unidos. Mientras observamos el Vesak, reflexionemos y celebremos también a los asiático-estadounidenses que mantuvieron vivos al Buda, al dharma y a la sangha en los mejores y peores momentos.
ACERCA DE MIHIRI TILLAKARATNE
Mihiri Tillakaratne es editora asociada en Lion’s Roar. Es doctora en Estudios Étnicos y Género, Mujeres y Sexualidad (UC Berkeley), cuenta con un máster en Estudios Étnicos (UC Berkeley) y un máster en Estudios Asiático-Americanos (UCLA). Aprendió pali y estudió el nacionalismo budista cingalés en la Sri Lanka post-independencia en Harvard. Mihiri es director de I Take Refuge, un documental sobre la identidad budista de los estadounidenses de Sri Lanka, y fundador de Sri Lankan Americans for Social Justice.
ACERCA DE LAMA HUN LYE
Lama Hun Lye creció en Malasia y es doctor en Estudios Religiosos por la Universidad de Virginia. Es lama del linaje Drikung Kagyu desde que S.S. Drikung Kyabgön Chetsang Rinpoché lo nombró Dorje Lopön (lit. «Maestro vajra») en 2013. Es fundador de Urban Dharma NC y de Drikung Dharmakirti International Sangha.
ACERA DE THOMAS CALOBRISI
Thomas Calobrisi se doctoró en estudios religiosos de la Graduate Theological Union en 2021. Actualmente es miembro del profesorado adjunto del Institute of Buddhist Studies y consejero de admisiones de la University of the West. Su investigación se centra en cómo las ideas, prácticas y artefactos budistas se han recontextualizado en el paisaje religioso y cultural de la Norteamérica del siglo XXI.
ACERCA DE NOEL ALUMIT
Noel Alumit es editor asociado en Lion’s Roar. Tiene un Máster en Divinidad en Capellanía Budista por la University of the West, donde también es profesor adjunto. Imparte talleres de meditación para LA Artcore y Meditation Coalition. Noel también es actor y autor de bestsellers.
ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español
Lama Hun Lye grew up in Malaysia and has a Ph.D in Religious Studies from University of Virginia. He is a lama in the Drikung Kagyu since being appointed a Dorjé Lopön (lit. “vajra-master”) by H.H. Drikung Kyabgön Chetsang Rinpoché in 2013. He is founder of Urban Dharma NC and Drikung Dharmakirti International Sangha.
Mihiri Tillakaratne (she/her) is an associate editor at Lion’s Roar. She has a PhD in Ethnic Studies and Gender, Women, and Sexuality (UC Berkeley), a M.A. in Ethnic Studies (UC Berkeley), and a M.A. in Asian American Studies (UCLA). She learned Pali and studied Sinhala Buddhist nationalism in post-independence Sri Lanka at Harvard. Mihiri is the director of I Take Refuge, a documentary on Sri Lankan American Buddhist identity, and the founder of Sri Lankan Americans for Social Justice.
Noel Alumit is an Associate Editor at Lion’s Roar. He has a Master of Divinity in Buddhist Chaplaincy from the University of the West, where he is also an Adjunct Professor. He facilitates meditation workshops for LA Artcore and Meditation Coalition. Noel is also an actor and bestselling author.
Thomas Calobrisi received his PhD in religious studies from the Graduate Theological Union in 2021. He is currently a member of the adjunct faculty at the Institute of Buddhist Studies and an admissions counselor at University of the West. His research focuses on how Buddhist ideas, practices, and artifacts have been recontextualized in the religious and cutlural landscape of 21st century North America.