El camino al equilibrio en la maternidad

Andrea Burgos nos cuenta cómo la meditación y el yoga se han convertido en elementos fundamentales de su vida, ayudándola a encontrar equilibrio entre la maternidad, el trabajo y las demandas del día a día The post El camino...

El camino al equilibrio en la maternidad

La vida, para muchos, es una constante búsqueda de equilibrio. En mi caso, como madre de un bebé pequeño, practicante de budismo tibetano, practicante de yoga, y profesional en bienes raíces, alcanzar ese balance ha sido un camino de autoconocimiento y disciplina.

Desde que inicié mi camino en el budismo tibetano, la meditación se ha convertido en una constante en mi vida, mientras que el yoga me ha brindado las herramientas físicas y mentales para estar más presente, incluso ante los desafíos. Sin embargo, al convertirme en mamá, comprendí que debía llevar esta práctica de disciplina a un nivel más profundo para lograr equilibrar todas las áreas de mi vida.

El primer año de vida de un bebé suele ser un torbellino de emociones y demandas físicas. En esos momentos en los que parece que no hay tiempo para uno mismo, la disciplina de la meditación y mi práctica física del yoga, fueron mi refugio. 

Meditar con un bebé que demanda atención constante no es fácil, pero aprendí que las prácticas no tienen que ser extensas. A veces, basta con dedicar cinco minutos a sentarse y respirar, o simplemente a estirarse y realizar algunas series de posturas de yoga, como por ejemplo los saludos al sol, para marcar una gran diferencia.


“Lo importante no es buscar la perfección, sino mantener la constancia y darnos permiso para empezar poco a poco, con paciencia y flexibilidad.”

Unos minutos en el tapete de yoga pueden transformar un día caótico en uno lleno de claridad. Procuro no subestimar el impacto de comenzar el día con movimiento y un buen estiramiento. El yoga no solo despierta y activa la energía, sino que también te permite conectar contigo mismo de una manera profunda y significativa.

He descubierto que lo que más me ayuda es crear momentos, aunque sean breves, para reconectar conmigo misma. Así, cada vez que lo necesito o tengo un rato libre, sé que puedo volver a ese espacio interior. No importa si son 5, 15 o 30 minutos; lo esencial es comenzar, porque en ese pequeño gesto reside el cambio hacia una rutina más consciente y saludable. Estos momentos de conexión me han permitido encontrarme de una manera más positiva en la maternidad con una mente más calmada y un corazón más abierto.

Otro desafío que he enfrentado en estos primeros años como madre ha sido encontrar el equilibrio entre el trabajo y el tiempo en familia. Mis prácticas me han enseñado a organizar mis días, pero también a ser compasiva conmigo misma cuando las cosas no salen según lo planeado. Como madre que trabaja en el sector inmobiliario, a menudo lidio con agendas ajustadas y responsabilidades urgentes. En esos momentos, mi práctica del budismo se ha convertido en un pilar fundamental, ayudándome a mantener la calma ante la incertidumbre y a recordar lo que verdaderamente importa.

Uno de los hábitos que más ha mejorado mis días y me ha ayudado a encontrar equilibrio ha sido implementar pequeños cambios, que aunque parezcan insignificantes, marcan una gran diferencia a largo plazo. Empecé sin presionarme a hacer transformaciones drásticas de la noche a la mañana. Por ejemplo, decidí acostarme más temprano para así poderme levantar temprano en la mañana y tener tiempo para mí antes de que mi bebé se despierte. Me propuse irme a la cama a las 9:00 p.m. y dejar todo preparado la noche anterior. Al principio, no fue fácil, pero poco a poco lo logré. Ahora, levantarme a las 5:30 o 6:00 a.m., antes que el resto de mi familia, me regala al menos una hora y media para reconectar conmigo misma, un momento que valoro profundamente. Durante este tiempo, me encanta estirar, meditar o simplemente disfrutar de una taza de té mientras dejo que el día comience a su propio ritmo.

Lo mejor de todo es que, aunque al principio me costaba un poco, ahora me siento más conectada conmigo misma y más preparada para lo que venga en el día a día. Cuando empiezo mis mañanas con este espacio de calma, todo lo demás fluye de una manera mucho más tranquila y centrada.  

Como madres, sabemos que nuestros días no siempre siguen el mismo ritmo. A veces, nuestros hijos no duermen bien o se despiertan antes de lo esperado, lo que puede desordenar nuestros planes para la mañana. Sin embargo, lo importante no es buscar la perfección, sino mantener la constancia y darnos permiso para empezar poco a poco, con paciencia y flexibilidad.

En los momentos más difíciles de la maternidad, cuándo las noches son largas y el cansancio parece interminable, es fácil no acordarse de las prácticas que nos nutren. Sin embargo, he aprendido que recordar y apoyarme en estas herramientas marca la diferencia. Tener una disciplina que me ancle y me sostenga en los momentos más difíciles ha sido una muestra poderosa de su impacto en mi vida.

Saber que cuento con una práctica que me sostiene y a la que puedo recurrir me da la fortaleza para avanzar, tanto en los días buenos como en los más desafiantes. En el plano mental, incorporar la meditación por las mañanas o antes de dormir ha transformado mi vida, facilitando el manejo del trabajo y las responsabilidades en casa. Esta práctica me brinda un valioso apoyo en los momentos de calma y en las jornadas más largas.

Entrenar la mente es como ir al gimnasio: se construye poco a poco, con constancia. Y si en algún momento dejamos de practicar, siempre podemos volver a sentarnos a meditar y retomar el camino. Me gusta empezar poco a poco, dedicando al menos 15 minutos a sentarme en silencio y simplemente escuchar mi respiración. Observo los pensamientos que llegan y, si me quedo atrapada en alguno, trato de recordarme volver a la inhalación y la exhalación. Con el paso de los días, voy aumentando el tiempo de práctica, hasta que se convierte en algo natural y más fácil de mantener.

La maternidad me ha enseñado que la disciplina no es una carga, sino un ritmo que al  establecerse sigue su cauce de una manera natural y dándole equilibrio en tu vida y todas sus facetas como mamá, esposa y profesional.

Creo que la vida es un equilibrio entre las demandas externas y las necesidades internas. Gracias al budismo, he logrado encontrar un ritmo de armonía incluso en medio del caos de la maternidad y el trabajo. Estos primeros años desde que me convertí en madre no han sido un camino fácil, pero sé que, en los momentos más difíciles, cuento con las herramientas necesarias para seguir adelante.

Aquí me gustaría compartirte 5 pasos para poder empezar tu propia práctica de meditación:

Prioriza lo básico

A veces nos complicamos buscando rutinas perfectas, pero lo primero y más importante es lo básico. Para mí, eso significa dormir 8 horas, comer lo que me hace sentir bien y tomar suficiente agua. Estos tres pilares son clave para que tu cuerpo y mente puedan funcionar de manera óptima. Si logras establecer estos hábitos de base, cualquier cosa que agregues después va a fluir mucho mejor. No hace falta que todo sea perfecto, pero sí consistente.

Añade una meditación corta

Una vez que tengas tus básicos bajo control, agrega un momento para ti. No tiene que ser nada muy elaborado, solo un ratito de calma para conectarte. Yo empecé con meditaciones de 5 minutos, y poco a poco fui aumentando el tiempo. A veces, las meditaciones más simples son las más efectivas. Mi preferida es la práctica de shamatha (concentración) y vipassana (atención plena) las cuales me ayudan muchísimo a calmar la mente y a regresar a mi centro, especialmente antes de empezar el día.

Agrega prácticas de estiramiento

Cuando la meditación se haga parte de tu rutina, es hora de mover el cuerpo. Los saludos al sol del yoga son perfectos para esto, ya que son completos, dinámicos y perfectos para estirar todo el cuerpo. Te van a dar más energía y mucha más movilidad en tu día a día. Además, no se necesita mucho tiempo, con 10-15 minutos es más que suficiente.

No te frustres si un día no sale como lo planeaste

Aquí viene un punto súper importante: no te frustres si un día no puedes seguir la rutina que pensaste. La vida pasa, las cosas cambian, y a veces no todo sale como esperamos. No pasa nada. La clave está en la flexibilidad mental, si un día no puedes hacerlo por la mañana, inténtalo en la noche o simplemente puedes hacerlo al día siguiente. Recuerda que todo es impermanente, todo pasa, y cada día es una nueva oportunidad para intentarlo otra vez.

Sé compasiva contigo misma

Este último paso es el más importante. Siempre sé amable contigo, no te exijas perfección. Todas estamos haciendo lo mejor que podemos con lo que tenemos. A veces nos sentimos frustradas cuando no logramos todo lo que queremos, pero esos pensamientos no nos ayudan. Lo que realmente cuenta es el esfuerzo y la intención. Si un día no puedes meditar o hacer yoga, no te sientas mal. Estás aprendiendo, creciendo, y lo estás haciendo a tu propio ritmo. La compasión es la clave para sostener cualquier hábito a largo plazo.


ANDREA BURGOS

Andrea Burgos conoció a su maestro, Dzongsar Khyentse Rinpoche, en 2015 durante un viaje a Katmandú, Nepal, y desde entonces ha sido su alumna. En 2017, mientras vivía en Bangkok, descubrió su amor por el yoga Ashtanga. Desde entonces, el yoga y la meditación han desempeñado roles fundamentales en su camino personal. Convertirse en madre inspiró a Andrea a compartir sus experiencias al equilibrar las exigencias de su carrera como agente inmobiliaria, la vida familiar y su práctica de yoga y meditación, mientras se esfuerza por cultivar la armonía en todas las áreas de su vida. Actualmente, Andrea vive en la Riviera Maya, México, junto a su esposo e hijo.

Andrea Burgos

Andrea Burgos met her teacher, Dzongsar Khyentse Rinpoche, in 2015 during a trip to Kathmandu, Nepal, and has been his student ever since. In 2017, while living in Bangkok, she discovered her love for Ashtanga yoga. Since then, yoga and meditation have played vital roles in her personal journey. Becoming a mother inspired Andrea to share her experiences in balancing the demands of her career as a real estate agent, family life, and her yoga and meditation practice as she strives to cultivate harmony in every area of her life. Andrea currently lives in La Riviera Maya, Mexico, with her husband and son.