Regresando a mi

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Regresando a mi

Nuestra editora asociada de Lion’s Roar, Mariana Restrepo, comparte su experiencia personal para encarnar todas las facetas de sus identidades interseccionales.

Me encuentro mirando hacia el horizonte, y por un momento siento que el tiempo se ha detenido. Reconozco aquel mar de verde infinito, las colinas, los valles, las montañas que se encuentran con el cielo y el río que las atraviesa. Me invade una abrumadora sensación de familiaridad y, por un momento, me olvido de dónde estoy. Por un momento, estoy de regreso en casa, o al menos el lugar que alguna vez llame hogar, al otro lado del mundo, en las cordilleras de los Andes.

“¿Esta todo bien?” pregunta David.

Veo pasar una mujer que lleva una kurta de colores con un bebé en la espalda y recuerdo al instante dónde estoy. Las montañas frente a mí no son los Andes, brotadas de café y caña de azúcar. No, estas montañas se dibujan terrazas de arroz y de té. Estoy en Katmandú, rodeada por las Himalayas.

“¿Estas bien?” pregunta de nuevo.

Me toma un segundo verbalizar lo que me sucede, incluso no estoy segura de poder hacerlo. ¿Cómo explicar que siento como si reconociera por completo el paisaje que tengo ante mí, cuando es la primera vez que lo veo? Le cuento sobre la ciudad donde naci y cómo sus paisajes se ven casi exactamente iguales al que esta enfrente de nosotros. Por un segundo dudo de mi memoria y de como recuerdo aquellos paisajes grabados detras de mis párpados. Pero estoy segura de que los he visto antes, si he estado aqui.

“Sí, estoy en casa”, digo.

Casi diez años después, busco entre mis archivos para encontrar la foto que tomé ese día, y tambien la que tomé cuando volví a Colombia años después. La similitud es asombrosa.

Quién soy, cómo me veo a mí mismo y cómo me ven los demás, siempre está cambiando.

Muchos hablan de tener una sensación de “llegar a casa” cuando visitan Nepal o India por primera vez, yo también me sentí así. Fue como reconocer lo familiar en medio delo desconocido, lo desconocido por volverse familiar. En retrospectiva, ese viaje a Nepal y esa experiencia fue, en cierto modo, el comienzo de la fusión de mis diferentes identidades. Fue un regreso a mí mismo.

Quién soy? En cierta forma, la respuesta siempre es en relacion a quién hace la pregunta. Soy Latina. Colombiana. Catedratica universitaria. Meditadora. Budista. Monja. Esposa. Madre. La lista continua. Sin embargo, siempre sentí que cuando me identificaba con uno de estos titulos, no era ninguno de los demás. Como si mis diferentes identidades estuvieran en conflicto entre sí.

Llegué a Nepal como estudiante universitaria religión, estudiando el budismo desde una perspectiva académica, pero pronto me convertiría en un estudiante del budismo, una practicante. Este fue el primero de mis conflictos autopercibidos sobre mi identidad en torno al budismo. O era estudiaba el budismo desde un punto academic, o lo practicaba; no podía ser de las dos formas. Pasaron muchos años y hubo mucha exploración antes de que me sintiera cómoda llamándome a mi misma “budista” e incluso muchos más antes de decirlo asi a los demás.

Antes de mi viaje a Nepal, nunca había conocido a un budista latinx. Ni siquiera había oído

The author, Mariana Restrepo.

hablar del budismo creciendo en Colombia. Esto resulto en una creeincia de que ser Colombiano de alguna forma significaba no ser budista. A medida que me volví más budista, sentí que los que me rodeaban me percibían como cada vez menos Colombiana, como si estuviera eligiendo mi identidad budista sobre mi identidad Colombiana. A medida que me adentraba más en el budismo, de alguna manera me identifique con los elementos culturales extranjeros que me resultaban familiares. Empecé a verme reflejada en los diferentes aspectos de mi identidad budista y las culturas de las que proviene. Usé juttis (zapatos indios) en lugar de alpargatas (zapatos tradicionales colombianos). Usé kurtas, saris y lehengas, en vez faldas chapoleras. Cambié tintos y bandeja paisa por chai y thalis.

Recuerdo conversaciones en las que hablé sobre cómo me sentía como en casa en India y Nepal, y cómo me sentía tan extranjero y differente cuando viajaba a Colombia. Al visitar mi ciudad natal, la gente siempre comentaba que mi acento ya no era paisa, que mi forma de vestir era rara, que mis intereses no eran los que se esperaban. Identificarme como budista se convirtió en una gran responsabilidad. Me sentí como si en ciert forma yo fuera el portavoz del budismo a donde iba. Muchas veces me ponían en una posición en la que tenía que defender las tradiciones y prácticas budistas que eran tan extrañas y fácilmente malinterpretadas por los miembros de mi familia. Era más fácil mantener las cosas separadas, presentar la identidad que era más familiar en contextos especificos.

A medida que me sumergí en la tradición budista, surgió otro tipo de dicotomía. Practicando en un linaje budista tibetano fuertemente monástico, que defendía el retiro contemplativo, había poco espacio para cualquier otra cosa. Un practicante dedicado era aquel cuya vida giraba en torno a la práctica y que hacía un esfuerzo por eliminar cualquier cosa que pudiera interponerse en el camino de un estilo de vida contemplativo. El objetivo era un retiro a largo plazo e idealmente con votos monasticos. Las relaciones, la familia y los hijos eran vistos como obstáculos y apegos. Mis sueños de convertirme en madre, en este contexto, estaban en desacuerdo con mi camino budista, o asi parecía. Ahora soy madre y esposa, y aunque mi práctica parece diferente en estos días, es tan valiosa y me brinda tanta contemplacion como mi tiempo en el retiro solitario.

A medida que asumo el papel de profesor budistay de meditación de una sangha en español, estoy siendo llamada a encarnar todas estas diferentes facetas de mi identidad. Es a través de todas estas diferentes intersecciones de mi identidad que puedo comunicar el dharma con autenticidad. La identidad es un proceso de integración en constante cambio. Quién soy, cómo me veo a mí mismo y cómo me ven los demás, siempre está cambiando. La autopercepción no es fija, es fluida. Darme este tipo de flexibilidad y fluidez me ha permitido reconocer e integrar partes de mí mismo que antes percibía estar en conflicto entre sí, manteniendo mis experiencias compartimentadas. Integrar, fusionar y juntar mis diferentes experiencias me permite compartir desde un lugar de autenticidad.

La verdad abosoluta, según Shantideva, es la verdad de la falta de una existencia inherente en todos y cada uno de los fenómenos (léase: identidades). La verdad relativa son las apariencias infinitas que se desplazan, cambian, se contradicen y evolucionan. El camino intermedio no es elegir uno sobre el otro, pero ver las dos caras de la misma moneda.

Mirando el horizonte, reconociendo una vez más el paisaje extranjero ante mí, son las montañas Apalaches las que ahora llamo hogar.

ACERCA DE MARIANA RESTREPO

Mariana Restrepo es una editora asociada de Lion’s Roar.  Ella es Colombiana con una trayectoria en el linaje Nyingma-Kagyu del budismo tibetano. Tiene una maestría en estudios de la religion y actualmente vive en los montes Apalaches con su esposo y su hijo.