Cesa, calma, cambia: Tres pasos para hacer lo que ayuda
La maestra de Zen, Vanessa Zuisei Goddard, nos comparte una simple práctica de tres pasos para cesar, calmar y cambiar cuando enfrentamos el sufrimiento. The post Cesa, calma, cambia: Tres pasos para hacer lo que ayuda appeared first on...
La maestra de Zen, Vanessa Zuisei Goddard, nos comparte una simple práctica de tres pasos para cesar, calmar y cambiar cuando enfrentamos el sufrimiento.
Hay un verso en el Dhammapada, quizás una de las escrituras budistas más conocidas, de la cual se puede decir que resume la totalidad de las enseñanzas del Buda. Es el verso 183, que dice:
Evitar todo mal,
cultivar el bien,
y limpiar la mente—
esta es la enseñanza de los budas.
Hace poco estuve trabajando con este verso y, a su vez, con alguien muy nuevo en el budismo al cual quise ofrecerle esta enseñanza como una herramienta accesible y pragmática para su práctica. Para ello tuve que masajearla un poco, así que empecé con la traducción, simple a primera vista, de Thich Nhat Hanh. Tomada de la versión china del Dhammapada en su libro El arte del poder, dice:
Las cosas malas, no las hagas.
Las cosas buenas, intenta hacerlas.
Intenta purificar, someter tu propia mente.
Esa es la enseñanza de todos los budas.
Había leído otras traducciones en las que la tercera línea se había interpretado como “domina la mente”, y me gustó la forma en que implicaba tanto autoridad como la posibilidad de perfeccionar una habilidad. Por otro lado, someter, con sus connotaciones de derrota o supresión, es un término belicoso, mientras que purificar y limpiar conllevan una carga moral. Decidí usar “dominar” y simplifiqué aún más el verso:
No hagas cosas malas.
Haz cosas buenas.
Domina tu mente.
Planteada de esta manera, parece una enseñanza sensata. Pero no siempre es fácil abstenerse de hacer lo que no debemos. No siempre es nuestro primer impulso hacer el bien, o siquiera saber en qué consiste en una situación determinada. Tampoco está siempre claro cómo debemos dominar nuestras mentes astutas e inconstantes. Mi propio alumno, al explicar su situación, compartió su dificultad con un familiar, que sabía exactamente qué botón pulsar para hacerle explotar. No bastaba decirle: “No hagas lo que es malo” y “Haz lo que es bueno”. No quería oír: “Cálmate”. Quería saber cómo hacerlo.
Entonces pensé, ¿y si, con toda la humildad y el respeto debidos al Buda y a los budas que le sucedieron, cambio el orden de la enseñanza?
No hagas cosas malas.
Domina tu mente.
Haz cosas buenas.
Aún más, ¿Y si planteo cada una de estas frases con un verbo sencillo y factible que se aproxime al espíritu de la enseñanza original?
Cesa.
Calma.
Cambia.
Estas simples palabras se convirtieron en una práctica de tres pasos que le ofrecí a mi estudiante para enfrentar su sufrimiento.
1. Cesa
Cesar es el primer paso. Cuando nos hieren, a menudo queremos devolver el daño. Queremos atacar, proteger, señalar, condenar. Abstenerse de hacer cosas malas significa estar dispuesto a renunciar a nuestro derecho a tener la razón cuando nos sentimos agredidos o insultados. Significa decidir qué preferimos ser libres y estar en paz. Al borde de la venganza o la represalia, nos detenemos y no hacemos nada. Verdaderamente nada. Hacemos una pausa y luego ejercemos toda nuestra fuerza de voluntad para no dar el siguiente paso hiriente.
Creo que éste es el punto más difícil de la secuencia. Estamos predispuestos a defendernos, a corregir un error percibido; y de hecho, hay todo tipo de errores que deben corregirse. Pero perpetuar el conflicto no nos ayudará. Enfrentarse a un daño con otro daño sólo crea más daño, así que el reto es encontrar la forma de romper el ciclo.
En el Sallekha Sutta (Discurso sobre el Borramiento), el Buda le dice a Cunda, el hermano de Shariputra: “Otros serán dañinos; nosotros no seremos dañinos aquí… Otros se agitarán; nosotros no nos agitaremos aquí… Otros se enfadarán; nosotros no nos enfadaremos aquí”. No participaremos ni colaboraremos en el samsara, decía el Buda, porque eso no nos conducirá a la liberación; no detendrá nuestro sufrimiento.
Cuando trabajo con este paso, me hablo a mí misma con calma pero con firmeza, repitiendo: “No hagas nada. No hagas nada”. Mientras los pensamientos se arremolinan en mi mente, mientras siento que mi sangre empieza a hervir, sigo repitiendo lentamente y con ecuanimidad: “No hagas nada. No hagas nada”. Si necesito un poco más de ayuda me recuerdo a mi misma que, no servirá de nada actuar en ese momento. Sé, por amplia y a menudo dolorosa experiencia, que cada vez que reacciono en lugar de responder, cada vez que dejo que la historia que se abate dentro de mi mente dicte lo que debo hacer, el resultado queda muy lejos de lo óptimo. Por lo tanto, aconsejo que nos detengamos que nos detengamos y controlemos el impulso de descargar nuestro malestar en otra persona. Este es el primer paso para poder elegir una acción más sensata acertada.
2. Calma
El segundo paso consiste en encontrar la manera de dominar la mente en el momento en que está más turbulenta. Una vez que nos hemos adentrado en el ojo de la tormenta, donde reina la calma, empezamos a trabajar con la tempestad que nos rodea. Calmarnos es volvernos hacia dentro en lugar de hacia fuera en busca de alivio. En la psicología, esto se denomina “regulación por disminución”, y es el proceso de calmar el sistema nervioso mediante actividades sencillas como caminar o respirar.
La meditación es, por supuesto, una forma excelente de regularnos, pero incluso respirar lentamente unas cuantas veces puede hacer una gran diferencia para el cuerpo. También podemos utilizar nuestros sentidos para aterrizar un poco, ya que el combustible de nuestro enfado o malestar no es la tormenta de sensaciones que recorre nuestro cuerpo, sino las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre cómo nos sentimos. Para contrarrestar la avalancha de pensamientos negativos, un terapeuta que conozco enseña a sus pacientes desregulados a fijar la mirada en una forma o color agradable. Puede ser una mancha en la alfombra, la hoja de una planta en su maceta, un rectángulo de luz sobre un suelo de madera… cualquier cosa que ancle su atención y permita a su cerebro salir de la respuesta de lucha o huida.
Como es el caso para muchos de nosotros, recuerdo exactamente dónde estaba cuando me enteré de los aviones estrellándose contra las torres gemelas del World Trade Center. Estaba sola en el departamento de mi pareja, preparándome para volver al monasterio donde vivía y entrenaba durante la semana. En cuanto escuché la noticia, instintivamente empecé a repetir el Sho Sai Myo Kichijo Dharani, un canto zen para evitar catástrofes, y seguí cantándolo hasta que llegué al monasterio y pude hablar con los demás sobre lo que estaba ocurriendo. Necesitaba algo para anclar mi mente y estabilizar mis emociones, y sin pensarlo eché mano aa una herramienta que había aprendido y practicado a menudo.
Dominar nuestra mente puede parecer una tarea difícil, sobre todo cuando estamos alterados, pero tranquilizarnos es algo que podemos hacer, y con un poco de práctica, hacer bien. Al igual que con el primer paso, todo lo que necesitamos es la voluntad de romper el patrón que nos mantiene atrapados en un ciclo de daño y represalia, desencadenante y reacción. Una vez que nos hayamos calmado un poco, estaremos en una mejor posición para hacer algo bueno, o al menos para considerarlo.
3. Cambia
El tercer paso consiste en cambiar nuestro estado de activación o reacción a un punto de vista abierto, atento e incluso curioso. Para hacerlo, podemos preguntarnos: “¿Cómo puedo responder de modo que nos beneficie tanto a ti como a mí?” o “¿Qué ayudará, no sólo a que me sienta mejor, sino a que la situación mejore?” Y si, en el momento, no está claro qué acción debemos emprender, al menos podemos continuar la conversación, algo que es poco probable si respondemos con ira o perjuicio.
Tal vez cambiemos dando un giro a la dirección de la conversación, haciendo una pregunta sobre algo que sabemos que le interesa a la otra persona, por ejemplo. Una vez vi a mi tía hacer esto de manera experta con su irascible marido. Mi tío se había puesto a alegar sobre un político que le parecía ofensivo, y el resto de la familia se sumó alegremente a la conversación, la cual se volvió muy acalorada. Pero en un momento de calma, mi tía se inclinó hacia mi tío y le dijo: “Cariño, ¿cómo se llama tu tercer libro? Rosalind me asegura que es El orgullo de la nación, pero eso no me suena”. Con gusto, mi tío empezó a hablar de uno de sus temas favoritos, su trabajo, y la conversación cambió por completo.
Tal vez cambiemos pidiendo a la otra persona que posponga el diálogo hasta un momento en que ambas partes hayan tenido tiempo de estar consigo mismas. O cambiamos la dirección de la conversación dando voz a nuestra vulnerabilidad o confusión. Hay pocas cosas más poderosas que cuando alguien dice: “Lo siento. Ahora mismo estoy disgustada y siento demasiadas cosas para nombrarlas todas. Sin embargo, quiero entenderte, así que ¿te parece bien que volvamos a hablar de esto en otro momento?”
El tercer paso implica pasar de la acción desacertada a la adecuada. Por eso es útil tomarnos primero un tiempo para calmarnos y ponernos en contacto con lo que sentimos y pensamos. Crear un espacio para nosotros mismos, nos beneficiará siempre. Luego, a medida que vayamos adquiriendo práctica en este proceso de tres pasos, se convertirá en algo natural cesar antes de actuar, calmarnos antes de responder, cambiar de carril cuando el que estemos tomando pueda llevarnos a una colisión.
Creo que todos estamos de acuerdo en que hacer lo que ayuda y no hacer lo que daña es bueno para todos. Cómo hacerlo de forma sistemática y en todo tipo de situaciones es una cuestión que puede ocupar toda una vida… y lo hace. Ofrezco esta sencilla herramienta: cesa, calma, cambia como una destilación de la enseñanza de Buda que dice que cada uno de nosotros puede vivir bien, plena y felizmente. El camino que trazó hace 2,500 años confirma que todos podemos hacerlo, de igual manera que lo han hecho los millones de practicantes que se han beneficiado de sus profundas enseñanzas. Qué afortunados somos de contarnos entre ellos.
Vanessa Zuisei Goddard es escritora y maestra Zen residiendo en Playa del Cármen, México. Actualmente es la editora de Enseñanzas de la revista Tricycle, así como la maestra de Ocean Mind Sangha. Entre sus libros se encuentran Still Running: El arte de la meditación en movimiento, y el libro para niños Weather Any Storm, de próxima aparición. Se le puede encontrar en www.vanessazuiseigoddard.org.