¿Solos o uno con todo?
¿Estamos solos en este mundo o somos uno con todo? Nick Walser pone de relieve la naturaleza paradójica de la soledad. The post ¿Solos o uno con todo? appeared first on Lions Roar.
¿Estamos solos en este mundo o somos uno con todo? Nick Walser pone de relieve la naturaleza paradójica de la soledad.
¿Es la finalidad del budismo la tan citada frase “sean una lámpara para ustedes mismos”? Puede ser un pensamiento hermoso y liberador cuando nos desprendemos de la dependencia de la autoridad externa. Sin embargo, a veces ser nuestra propia iluminación puede resultar algo realmente solitario.
Cuando más solo me he sentido es cuando he comparado la idea más pequeña de mí mismo con la vasta grandeza del universo, y me he sentido insignificante. En muchas ocasiones, no he dedicado tiempo a conectar de todo corazón con los demás; me he mantenido al margen de la vida.
Es fácil hacerlo. En ocasiones nuestra cultura puede darnos la impresión de que somos pequeños glóbulos rellenos y que, dentro de nuestro entorno doméstico cuidadosamente mantenido, nuestras necesidades se ven totalmente satisfechas. Todas nuestras necesidades se encuentran dentro de nuestras respectivas cuatro paredes. Podemos recibir comida a domicilio, descargar películas, y trabajar desde casa. Nuestro hogar se convierte en una especie de unidad de reparto, y nosotros, en meras bocas abiertas que engullen todo lo que les llega. Entonces resulta fácil convencernos de que somos realmente seres individuales: autosuficientes y capaces de cumplir todos nuestros caprichos, porque todos los caminos parecen conducir a nosotros, y no hay nada como este tipo de tráfico unidireccional para reforzar una idea sólida de uno mismo. También tenemos la sensación de que nunca estamos solos gracias a los teléfonos móviles, las redes sociales, etc. Pero este tipo de conexión se caracteriza por la falta de profundidad y, con frecuencia, por las intervenciones de organismos corporativos deseosos de vendernos sus mercancías. En ambos estados, de soledad y de conexión, la tecnología generadora de dinero se impone, aumentando nuestra comodidad y restando valor a nuestra experiencia. ¿Será que la interactividad sustituye a las relaciones?
Así que algunos sugerirán la sangha como antídoto contra la soledad, pero es fácil sentirse perdido en medio del ajetreo dhármico que se vive.
Aunque tengamos un maravilloso maestro, él tiene su propia vida que vivir. Incluso si formamos parte de una sangha que nos apoya, esas personas no estarán siempre presentes, y siempre tenemos trabajo que hacer que nadie puede hacer por nosotros. Al parecer, la sangha original del Buda no pasaba todo el tiempo junta, sino que se reunía sólo durante la estación de lluvia. El resto del año cada uno iba a hacer lo suyo, mezclándose con su propia comunidad, que tenía poco o nulo conocimiento de las enseñanzas del Buda.
Así que algunos sugerirán la sangha como antídoto contra la soledad, pero es fácil sentirse perdido en medio del ajetreo dhármico que se vive. Lo que descubrimos es que, incluso cuando nos relacionamos con otras personas, la soledad puede seguir presente. La soledad no siempre consiste en estar solo, sino más bien en sentirse desfasado con respecto a los demás.
Hay una historia Zen en la que el monje Ken se queja con su superior Genjoza después de haber estado viajando juntos durante algún tiempo: “Llevo años practicando y aún no logro nada. Vagando así por el campo, nunca alcanzaré la iluminación”. Genjoza le responde así: “Yo cuidaré de ti en este viaje. Pero hay cinco cosas que no puedo hacer por ti. No puedo ponerme tu ropa por ti, no puedo cagar por ti, ni puedo mear por ti. No puedo llevar tu cuerpo y no puedo vivir tu vida por ti”.
Por un lado, esta idea de responsabilidad última sobre nosotros mismos induce en nosotros una especie de soledad vertiginosa. Al mismo tiempo, puede infundir un sentido de “haré mi práctica y alcanzaré el despertar por mí mismo”. Creo que una gran soledad puede invadirnos si nos aproximamos de esta manera al dharma, y me atrevería a decir que la mayoría de nosotros pasamos por una etapa así. De nuevo, todos los caminos conducen a nuestro yo y lo hacen concreto, limitado y dependiente de las circunstancias externas. La soledad parece prosperar donde el yo se endurece, y donde sufrimos es donde nos aferramos.
Cuando me siento solo, es porque tengo imágenes mentales de mí mismo siendo más querido de lo que soy, más rodeado de amigos íntimos de lo que estoy, o teniendo una pareja que me comprende de manera más completa. Pero son precisamente sólo imágenes y proyecciones. Busco que me alaben y me tranquilicen, palabras amables y miradas de admiración. Pero al tiempo que persigo esto, espero que los demás vivan mi vida por mí. Baso mi felicidad en circunstancias externas y, al hacerlo, olvido las miles de conexiones y manos de apoyo que este universo me ofrece cada día.
Hubo un tiempo en el que quería que mi práctica fuera supercargada: quería lograrlo, despertar, convertirme en un Buda al igual que quería hacerlo el monje Ken. Se trataba de mis esfuerzos y de si yo estaba a la altura. Estaba buscando maestros y prácticas que hicieran que las cosas avanzaran más rápido. Admiraba a los lobos solitarios de la historia del Zen, como Layman Pang o Ikkyu. Utilizaba mi práctica para separarme de los demás.
Si tienes alguna experiencia de la práctica, entonces sabrás lo que yo experimenté finalmente: decepción. Al mismo tiempo, como el cosmos es realmente bondadoso, me di cuenta de algo: cuanto más obsesionados estamos con nosotros mismos, más dependemos de los demás para que vivan por nosotros. Ahí se termina el lobo solitario.
Si alguien dice: “Tengo problemas con mi esposa”, un cierto tipo de persona podría responder: “Todo es impermanente” sin más. Pero esa no es la respuesta humana.
Y, ¿qué hay de la “unidad”? Siempre he admirado el hecho de que la mayoría de los budistas no se pongan demasiado místicos al respecto. Me gustó cuando el Dalai Lama no se rió del chiste de la pizza que era “Una con Todo” del presentador australiano.* Es muy fácil pedir una con todo, y hay mucha gente que te la puede servir. Más difícil es vivir las particularidades. Si alguien dice: “Tengo problemas con mi esposa”, un cierto tipo de persona podría responder: “Todo es impermanente” sin más. Pero esa no es la respuesta humana. En el Zen hay quienes, cuando se enfrentan a dilemas personales, se quedan atascados en viejas respuestas koan como “ve a beber té” o “corta leña, lleva agua” como si dijeran “las preocupaciones humanas son triviales” o ” las preocupaciones no tienen sentido”. Ciertamente pasé por una etapa en la que sentía que trascendía todas las tonterías humanas. Pero en realidad estaba siendo distante y no conectaba con las cosas. Ser uno con todo no es un antídoto contra la soledad.
Ni solos, ni juntos: es posible respetar nuestro lugar en el universo, como una forma de expresión de ese universo. Esto significa vivir a través de lo particular. Las diferencias son sagradas. Eso es responsabilidad. Significa conectar y ser humano. Al respetar lo particular, podemos expandir el yo y hacerlo lo más grande posible, y esto significa tener afinidad con todas las cosas, incluida la soledad. La igualdad es sagrada.
Lo maravilloso y afortunado de la vida es que frecuentemente, incluso cuando nos comportamos como tontos, llegamos a ver algo de sabiduría. En medio de mis heroicidades de samurái solitario en las que, por el contrario, buscaba fuera de mí algún tipo de despertar, se me ocurrió con cierta fuerza este pensamiento: ningún maestro o enseñanza iba a “hacerlo” nunca por mí. Yo ya era el hacer; no había un yo separado al que el dharma le sucediera dramáticamente, como un rayo que golpea una vara. Pero todo el tiempo que estuve haciendo una práctica fuerte de mí mismo, y blandiendo el dharma como cualquier otra máscara que había construido, no pude ver esto. Así que me creé una verdadera soledad.
Esto me trae a la memoria el encuentro de Dogen con un viejo monje, al que le pregunta: “Anciano, ¿por qué trabajas tanto en estas tareas serviles? ¿No sería mejor sentarse a practicar zazen o hacer koans?”, a lo que la astuta persona mayor responde: “¿Quién más puede hacer este trabajo? Yo no soy los demás y los demás no son yo. Tú no sabes nada”.
No hay nadie más que lo haga y, al mismo tiempo, no hay quien lo haga. Ni solos, ni juntos.
*N. de la T.: En inglés, “one with everything” funciona como un juego de palabras con respecto al concepto de ser “uno con todo” y a la vez pedir un platillo con todos los ingredientes. En cierta ocasión, SS el Dalai Lama fue entrevistado por un reportero australiano que quiso hacer un chiste sobre el Dalai Lama, donde entrase en una pizzería y solicitase “una con todo” y, simultáneamente, que se le hiciera a él mismo “uno con todo”.
SOBRE NICK WALSER
Nick Walser vive en Brighton, Inglaterra. Ha practicado el Zen durante alrededor de seis años y hace poco tomó los votos del bodhisattva. Lee más de Nick en su blog.
ACERCA DE ESTEFANIA DUQUE (TRADUCTORA)
Estefania es licenciada en Lenguas Modernas e Interculturalidad por la Universidad De La Salle Bajío. Creció en la calidez de la comunidad budista de Casa Tibet México y actualmente cursa un Programa de Formación de Traductores de Tibetano en Dharma Sagar, con la aspiración de traducir el Dharma directamente del tibetano al español.