Refinar la Brújula Interna

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Refinar la Brújula Interna

Dharma in Spanish

¡Bienvenidos a nuestra nueva sección de Dharma en Español! Aquí en Tricycle reconocemos la importancia de seguir ofreciendo el dharma a los practicantes de una amplia gama de comunidades, y dado el creciente interés en el dharma en español, hemos puesto en marcha una nueva iniciativa para ofrecer enseñanzas originales y traducidas. Profesores de habla hispana de Latinoamérica y Europa han contribuido generosamente con charlas de dharma y prácticas que publicaremos en nuestra página web y en la revista, así como con artículos seleccionados de nuestra Sección de Enseñanzas. Esperamos que estos artículos cuidadosamente seleccionados les inspiren, desafíen y apoyen, y que también animen a todos aquellos que buscan la liberación a recorrer el camino de la práctica.  

No dudes en hacernos llegar tus comentarios o sugerencias. Nos encantaría saber de ustedes.

Welcome to our new Dharma in Spanish section! Here at Tricycle we recognize the importance of continuing to make the dharma available to practitioners across a wide range of communities, and given the increased interest in Spanish dharma, we’ve started a new initiative to offer ongoing original and translated teachings. Spanish speaking teachers from both Latin America and Europe have generously contributed dharma talks and practice pieces that we’ll be publishing in our website and print magazine, as well as selected pieces from our Teachings section. It’s our hope that these carefully curated offerings will inspire, challenge, and support you and encourage all those seeking liberation to walk the path of practice.  

Please don’t hesitate to reach out with your comments or suggestions. We’d love to hear from you.

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El camino que hemos emprendido, siguiendo los pasos del Buda, no es siempre fácil. De hecho, puede ser muy retador. Requiere valor, compromiso, bondad hacia nosotros mismos, y confianza: confianza en las enseñanzas y en nuestra capacidad para ponerlas en práctica, y confianza en nuestra capacidad para despertar. Tomemos un momento para recordar lo que tan fácilmente se nos olvida: 

1). cada vez que nos damos cuenta de que estamos distraídos y volvemos a lo que hay, tenemos una prueba de que podemos despertar, y 

2). la capacidad para despertar es algo mucho más grande que nuestros retos, más grande que nuestro sufrimiento.   

Empecemos nuestra exploración del tema de la confianza con algunos pasajes del discurso del Buda a los Kalamas, un grupo de personas de una sensibilidad moral elevada. En una ocasión le preguntaron al Buda cómo podían saber a quién creer, cuando tantos maestros los visitaban y les daban enseñanzas que a veces parecían contradictorias. Y así respondió el Buda:  

No aceptéis nada como cierto simplemente por el hecho de que viene de una reconocida tradición revelada. No aceptéis nada simplemente por el hecho de que viene de una ininterrumpida cadena de Maestros. No aceptéis nada diciendo simplemente: “Me han dicho que ….” No aceptéis nada simplemente porque se encuentra en las escrituras de una tradición.  

A veces la gente cita este pasaje, queriendo apoyar la idea de que somos totalmente independientes y que solo hay que seguir nuestros propios criterios para practicar y entender las enseñanzas. Pero el Buda no paró allí. Lo que a veces se omite es el siguiente pasaje importante:

No aceptéis nada que esté únicamente basado en la lógica o en teorías metafísicas especulativas. No aceptéis nada simplemente porque corresponde a vuestro punto de vista. No aceptéis nada sólo por haber razonado sobre ello. No aceptéis algo como cierto simplemente porque corresponde con una teoría de la que ya estáis convencidos. No aceptéis nada basándoos únicamente en la fama o la competencia de una persona. No aceptéis nada simplemente por respeto hacia vuestro maestro. Cuando sepáis por vosotros mismos que estas cosas son valiosas, meritorias, que estas cosas son benignas y alabadas por los sabios, que si estas cosas son plenamente practicadas, son provechosas y conducen a la felicidad, entonces seguid completando su practica.” (AN 3.65)

Desempaquemos esta enseñanza. Todos los procesos que el Buda mencionó (especulaciones, teorías, lógica, creencias, puntos de vista, etc.) están sujetos a la influencia de las tres raíces malsanas: el apego, la aversión, y la ignorancia. Por eso, podríamos fácilmente caer en trampas como elegir las enseñanzas que nos gustan y dejar las que no, o interpretar mal una enseñanza para que coincida con nuestra visión del mundo o con cierta actitud o creencia que tenemos, y bien sabemos que nuestras creencias, actitudes, y puntos de vista generalmente refuerzan y apoyan el engaño más grande, que es la idea del “yo.” Entonces, ¿qué hacer?  

Una frase clave aquí es: “Cuando sepáis por vosotros mismos…” Pero ¿qué quiere decir eso? Nuestros procesos cognitivos tales como la lógica, el análisis, las especulaciones y más, bien pueden tener su base en lo que “sabemos.”  Y lo que ya “sabemos,” a su vez, influye en la formación de nuevas teorías y opiniones, en el análisis, y en nuestra forma de razonar. Entonces, por una parte, el Buda nos dice que confiemos cuando “sepamos” por nosotros mismos, pero que tampoco debemos depender solo de los procesos cognitivos vinculados al proceso de “saber.”  De nuevo, la pregunta, ¿Cómo entender esto?   

En español tenemos dos verbos para el verbo en inglés “to know”:  conocer y saber. Saber es conocimiento transferible de una persona a otra; conocer es experiencia directa. Puedo saber que en la Cuidad de México está el famoso Museo de Antropología, el Zócalo, o la casa de Frida Kahlo, pero si nunca he ido a dicha ciudad, no puedo decir que conozco la Ciudad de México. En cuanto digo “conozco la Ciudad de México,” usted, lector, sabe que he estado allí. Nadie puede “conocer” por mí—pues este conocimiento no se trata de información transferible. Ocurre a nivel experiencial. Veamos un ejemplo con respecto a la práctica. 

Si lleva cierto tiempo con la práctica, ha podido experimentar estados de proliferación mental. Es decir, ha estado enganchado en la papanca, los pensamientos discursivos incesantes que ocurren sobre el cojín y en la vida cotidiana (a este fenómeno se le refiere como “la mente mono”). También lo más probable es que haya podido experimentar una mente más aquietada, más espaciosa, y relajada. Y habiendo experimentado las dos mentes, conoce directamente el sufrimiento de una y la paz de la otra. No llegó a entender eso mediante el raciocinio ni la conjetura ni el análisis ni la intuición ni porque alguien se lo haya dicho. Fue su experiencia interna directa—su conocimiento directo. A eso se refería el Buda cuando dijo, “Cuando sepáis por vosotros mismos…” Sean cuales sean sus preferencias o creencias, usted pudo ver y experimentar directamente la realidad del sufrimiento y la realidad del cese del mismo. Su maestro no le dio ni le puede dar ese conocimiento. Pero los sabios sí nos pueden mostrar el camino con su ejemplo y sus enseñanzas. Dice el sutra: “[Cuando sepáis por vosotros mismos] que estas cosas son benignas y alabadas por los sabios…” El Buda está diciendo que la sabiduría de los que han ido antes que nosotros debe formar parte de nuestro camino. Hay que mirar a la gente cuya conducta es digna de emular porque no causa sufrimiento, y hay que dejar que los criterios de ellos desafíen los nuestros—así podemos crecer y profundizar. 

Podemos decir que cultivar confianza es todo un proceso gradual que consiste en refinar nuestra “brújula interna,” guiándonos a la vez por la sabiduría del dharma y los maestros a medida que crece nuestra confianza y discernimiento. Por ejemplo, con un maestro aprendemos a leer música, a producir el sonido de un instrumento, y más. Poco a poco desarrollamos confianza y lo que parecía difícil al principio, se vuelve más fácil con la práctica. Entonces podemos empezar a interpretar o improvisar al tocar una pieza. Asimismo, cultivar confianza interna es un balance delicado que va de la mano con tener confianza en el ejemplo de la gente sabia, en el dharma, y en nuestra experiencia directa.  

El Buda mismo se empoderó—para decirlo en términos modernos—balanceando la confianza que tenía en sí mismo con la guía de maestros. Recordemos que después de salir del palacio y de haber dejado su vida privilegiada de príncipe, se fue a estudiar con algunos ascetas de la India. Durante seis años hizo prácticas ascéticas: comía un grano de arroz al día, y luego, nada. Su cuerpo se redujo a piel y hueso. Por fin reconoció que negarse de esta manera no le convenía y así llegó a realizar el camino medio, que lo llevó al despertar. Nadie le dijo que esto era lo que lo iba a conducir a la libertad que buscaba—él lo descubrió. En cierto momento tuvo suficiente humildad como para acudir a los maestros de su tiempo, pero también supo seguir esa brújula interna. A veces las palabras de un maestro de confianza sirven para mostrarnos en qué dirección NO ir. Pero primero tenemos que tener la humildad para buscar su guía. El maestro interno y el maestro externo van siempre de la mano. 

Así, con visión correcta e intención correcta, se va construyendo confianza—la confianza para hacer lo que nadie puede hacer por nosotros. Y esa brújula interna cada vez más refinada, que nos sirve tanto en lo cotidiano como en la práctica formal, revela la claridad que trasciende la experiencia misma, y guía nuestros pasos en el sendero que conduce a la liberación final.

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The road upon which we’ve embarked, following the Buddha’s footsteps, isn’t always easy. In fact, it can be quite challenging. It requires courage, commitment, kindness toward ourselves, and confidence: confidence in the teachings and in our capacity to practice them, and confidence in our capacity to wake up. Let us take a moment to remind ourselves of what we so easily forget:

1). Every time we notice we’re distracted and return to what is, we have proof that we can wake up, and

2). Our capacity to wake up is larger than our challenges, larger than our suffering.

Let’s start our exploration of the subject of confidence with some passages from the Buddha’s Discourse to the Kalamas, a group of people with a heightened sense of morality. On one occasion they asked the Buddha how they could determine who to trust, given all the many teachers who visited and offered them teachings that at times appeared contradictory. This is how the Buddha responded:

Don’t accept anything as true just because it comes from a recognized, revealed tradition. Don’t accept anything simply because it comes from an uninterrupted lineage of masters. Don’t accept anything saying solely, “I’ve been told that…” Don’t accept anything simply because it’s in the scriptures of a tradition.

Sometimes people cite this passage, wanting to give credence to the idea that we’re totally independent and that we only have to follow our own criteria to practice and understand the teachings. But the Buddha didn’t stop there. What’s sometimes omitted is the following important passage:

Don’t accept anything that’s only based on logic or speculative metaphysical theories. Don’t accept anything simply because it accords with your point of view. Don’t accept anything after having reflected on it. Don’t accept anything as true simply because it accords with a theory of which you’re already convinced. Don’t accept anything basing yourself on the fame or competence of a person. Don’t accept anything out of respect for your teacher. When you yourself know that these things are valuable, worthy, good, and praised by the wise, and that if they’re fully practiced they are beneficial and lead to happiness, then complete their practice. (AN 3.65) 

Let’s unpack this teaching. All the processes that the Buddha mentioned (speculations, theories, logic, beliefs, points of view, etc.) are subject to the influence of the three poisons or unwholesome roots: attachment, aversion, and ignorance. For that reason, we could easily fall into the trap of cherry-picking the teachings that please us and leaving aside the ones that don’t, or misinterpreting a teaching so it coincides with our world view or with a certain attitude or belief, when we know well that our beliefs, attitudes, and points of view generally support and reinforce the biggest illusion, which is the idea of the “I.” What to do then?

A key phrase here is: “when you know for yourselves…” But what does this mean? Cognitive processes like logic, analysis, speculation, and more have their basis on what we “know.” And what we “know” in turn helps give form to new theories and opinions, analysis, and reasoning. On one hand, the Buddha tells us to trust when we “know” for ourselves, but also that we shouldn’t depend solely on the cognitive processes tied to “knowing.” Again the question, how should we understand this?

In Spanish, we have two verbs for the English verb “to know”: conocer and saber. “Saber” is knowledge that’s transferable from one person to another; “conocer” is direct experience. I can know that in Mexico City is the famous Museum of Anthropology, the Zócalo, or Frida Kahlo’s house, but if I’ve never gone to said city, I can’t say that I know Mexico City. The moment I say, “I know Mexico City (conozco la Ciudad de México),” you, the reader, know that I’ve been there. No one can “know” for me—for this knowledge doesn’t include transferable information. It occurs at an experiential level. Let’s look at a practice example.

If you’ve been practicing for a while, you’ve been able to experience states of mental proliferation. That is, you’ve gotten caught in papanca, incessant discursive thoughts that happen on the cushion and daily life (otherwise referred to as the “monkey mind.”) It’s also probable that you’ve experienced a quieter, spacious, relaxed mind. Having experienced these two minds, you directly “know” the suffering of one and the peace of the other. You didn’t understand this through reasoning or conjecture or analysis or intuition or through having heard this from someone. It was your direct internal experience. That’s what the Buddha was referring to when he said, “When you know for yourselves…” Whatever your preferences or beliefs, you were able to directly experience the reality of suffering and the reality of its cessation. Your teacher didn’t and can’t give you this knowledge. But the wise ones can show the way through their example and their teachings. The sutra says, “[When you know for yourselves] that these things are valuable, worthy, good, and praised by the wise…” The Buddha is saying that the wisdom of those who’ve gone before us is worthy of being emulated because it doesn’t cause suffering. We must let the wise ones’ standards challenge our own—this is how we grow and deepen our understanding.

We could say that cultivating confidence is a gradual process that consists of refining our “internal compass,” letting ourselves be guided by the wisdom of the dharma and our teachers as our confidence and discernment grows. For example, with one teacher we learn to read music, produce sound, and more. Little by little we develop confidence, and what at first seemed difficult becomes easier with practice. Then we’re also able to begin improvising and interpreting when playing a piece. Likewise, cultivating internal confidence is a delicate balance that goes hand in hand with having confidence in the example of the wise ones, in the dharma, and in our direct experience.

The Buddha always empowered himself—to say it in modern terms—balancing confidence in himself with the guidance of teachers. Let’s remember that after leaving the palace and the privileged life of a prince, he went to study with a group of ascetics in India. For six years he followed these ascetic practices: he ate one grain of rice a day, and then, nothing. His body was reduced to skin and bones. Then he recognized that denying himself in this way was not beneficial and he began to practice the Middle Way which led him to awakening. No one told him this was the path that would lead him to the freedom he was seeking—he discovered it. At a certain point he had enough humility to approach the teachers of his time, but he also knew how to follow his internal compass. Sometimes, the words of a trusted teacher help to show us the direction we must not go in. But first we must have the humility to seek their guidance. The internal and external teacher always go hand in hand.

In this way, with correct vision and intention, we build on our confidence—the confidence to do what no one can do for us. And that ever more refined internal compass which serves us both in ordinary life and formal practice, reveals the clarity that transcends our very experience and guides our footsteps on the path that leads to final liberation.